Según ONU Mujeres, se estima que el 35% de las mujeres de todo el mundo ha sufrido violencia física y/o sexual por parte de su pareja o de otra persona (estas cifras no incluyen el acoso sexual) en algún momento de sus vidas. El número total de asesinadas por violencia de género en todo el mundo asciende a 87.000 mujeres muertas por año, de ellas el 58% (unas 50.000) fueron asesinadas por sus parejas o familiares.
El mismo organismo señala que las mujeres de entre 15 y 44 años tienen más riesgo de sufrir violencia de género que de sufrir cáncer, accidente de tráfico o malaria.
Si miramos qué sucede en nuestro país, solo el año pasado hubo casi un femicidio por día, y el 64% de estos asesinatos de mujeres ocurrieron en la vivienda de la víctima.
Todas estas tristes estadísticas nos muestran con claridad que la violencia de género es un verdadero problema social y de salud pública, y presenta un gran desafío a la hora de pensar políticas públicas siendo que la principal amenaza para muchas mujeres se da principalmente dentro de sus hogares. Este espacio que debería representar un ambiente acogedor y de protección, sin embargo, se vuelve en estos casos un lugar peligroso que fomenta un estado de ansiedad y miedo permanente y, que en muchos casos, se convierte en el escenario de muerte de muchas de nosotras.
Pero hoy, cuando el mundo se encuentra paralizado y conmovido por la amenaza de una nueva pandemia, la del coronavirus, el aislamiento social ha generado para algunas mujeres la terrible consecuencia no deseada de tener que soportar sin tregua el maltrato de su conviviente en situación de encierro. Muchas otras veces, la violencia es ejercida también sobre otros miembros vulnerables de la familia, especialmente los niños y los ancianos. Esta violencia no es solo física: muchas veces los gritos, las descalificaciones, las amenazas se suceden una tras otra conformando una modalidad de violencia psicológica que en ocasiones es simplemente la antesala de los golpes.
Frente a este inevitable escenario, es importante insistir y recordar que las líneas de ayuda a las víctimas de violencia de género siguen estando activas y que realizar una denuncia frente a estas situaciones es considerada razón justificada para salir del hogar en este contexto.
En la Ciudad de Buenos Aires, hay varias opciones al servicio de todas las mujeres para acompañarlas y evitar que la situación de aislamiento las exponga a sufrir violencia o maltrato:
- La Línea 144 es un servicio de asistencia telefónica gratuito que funciona las 24 horas. Esta amplitud horaria en la atención permite que las mujeres pueden aprovechar para llamar en aquellos momentos en que el violento duerme o eventualmente sale del hogar para asesorarse sobre cómo actuar o pedir ayuda. Las operadoras están entrenadas para abordar exitosamente cualquier tipo de escenario en el que la mujer se encuentre en peligro. Esta línea telefónica en la Ciudad registró un promedio de diez llamadas más por día a partir del comienzo del aislamiento social. A nivel nacional, el 144 habilitó asimismo la posibilidad de consultar vía whatsapp y correo electrónico, siendo que en muchas oportunidades es más fácil escribir sin que esto sea advertido por el violento.
- Los Centros Integrales de la Mujer siguen abiertos con guardias pasivas para atender a todas las mujeres. Contamos con cinco hogares o refugios para alojamiento de mujeres en situación de riesgo extrema, Ante la emergencia, las mujeres también pueden llamar al 911, acercarse a la comisaría más cercana o bien a la Oficina de Violencia Doméstica.
- Se prorrogaron automáticamente por 60 días las medidas cautelares de protección para víctimas de violencia de género que vencieron en los últimos 40 días o dentro de la cuarentena. Esto incluye medidas como exclusiones del hogar, prohibición de acercamiento y contacto, perímetros de exclusión y otorgamiento de dispositivos como botones antipánico y tobilleras, entre otras. La resolución fue tomada a pedido de las 24 juezas y jueces de Familia de la Ciudad de Buenos Aires.
- En algunos países de Europa se implementaron novedosas iniciativas para hacer frente a la situación de violencia a la que se ven expuestas muchas mujeres en la situación de aislamiento. Una de las más aplaudidas fue puesta en marcha en España y luego replicada en otros países como el nuestro, y consiste en que las mujeres en peligro pueden ir a la farmacia y pedir una ”Mascarilla-19″ para alertar al personal de que necesitan ayuda. En la Argentina dicha iniciativa se denomina “barbijo rojo”.
Considerada como un flagelo social y de salud pública, la violencia a que están siendo sometidas muchas mujeres en el contexto de encierro desafía a los gobiernos a encarar nuevas estrategias y a redoblar la asistencia y el acompañamiento. Una violencia cuya curva nunca se ve aplanada, que no hace que se cierren aeropuertos ni fronteras y de la que no existe promesa de erradicación mediante ninguna vacuna o medicamento.
*Columna de opinión publicada en el Diario Clarín el miércoles 1 de abril del 2020.