Es hora de dejar de lado consideraciones políticas para ocuparnos en serio de los problemas de la niñez en nuestro país.

Días atrás amanecimos con la dolorosa noticia que anunciaba los datos de pobreza en nuestro país. Particularmente, observamos que el 56,3 % de chicas y chicos de 0 a 14 años es pobre, una pobreza que aumentó casi 4 puntos en tan solo 12 meses.

Pero es aún más doloroso y preocupante saber que en los últimos 30 años, la tasa de pobreza en la Argentina ha tenido un piso difícil de perforar, piso que nunca ha sido menor al 25 %.

Estas cifras nos interpelan directamente a todas aquellas personas comprometidas con el trabajo político de nuestro país, exigiéndonos un llamado a la acción inmediato para pensar nuevos paradigmas, nuevas recetas que nos permitan quebrar ese círculo vicioso que nos condena de manera brutal a vivir en un país sumido en la pobreza.

Está claro que podemos discutir y sopesar ideas, herramientas y metodologías distintas, pero lo que es seguro es que, más allá de cualquier color político e ideológico, la educación es la llave maestra para resolver el problema de la pobreza en nuestro país.

Sin embargo, cuando la recientemente designada defensora de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Nación solicita a la ministra de Educación porteña buscar “alternativas a la presencia de los alumnos en las aulas” y resume el problema de la pérdida de contacto de 6.500 alumnos con sus docentes a un problema de falta de conectividad digital, se observa a las claras, una vez más, cómo la discrecionalidad política y el revanchismo ideológico es el principal aliado que impide el progreso económico y el desarrollo educativo de nuestro país.

Quienes detentan roles y responsabilidades que deben bregar por la garantía de los derechos de nuestras niñas, niños y adolescentes, deberían comprender que la reducción de la experiencia áulica -una experiencia de enorme importancia para el desarrollo psicosocial de nuestros chicos- a la mera necesidad de un dispositivo tecnológico, es un gravísimo error.

La ciudad de Buenos Aires ha entregado en lo que va del año más de 23.500 notebooks y continúa hoy en día entregando unas mil computadoras por semana. Claramente, el problema de los caídos de la educación a distancia de este distrito nos habla de una situación más compleja que el simple acceso a estas herramientas. Este problema requiere de medidas y acciones por parte de una dirigencia política que esté a la altura de las soluciones que se deben aportar y deje de lado consideraciones políticas e ideológicas para acercar a cada chico y chica a los contenidos educativos.

Y cuando el ministro de Educación de la Nación sostiene que es él quien debe decidir cómo y cuándo cada jurisdicción debe manejar el regreso a las aulas, lo que observamos es una muestra más de la apelación al falso federalismo, mismo mecanismo y modus operandi que el Gobierno Nacional establece, por ejemplo, a la hora de quitar recursos de manera discrecional a un distrito para asignárselo a otro.

Señora defensora de los Derechos de los niños, niñas y adolescentes, la educación es mucho más que computadoras. Es hora de dejar de lado consideraciones políticas para ocuparnos en serio de los problemas de la niñez en nuestro país, si lo que queremos es aportar soluciones reales a los problemas estructurales que nos persiguen hace años. Problemas que deberían estar siendo abordados desde el organismo que usted preside y que desde febrero de este año la tiene a su cargo, gracias al trabajo sostenido de casi 11 años, pero que a fecha de hoy, aún no tiene aprobada su estructura, ni definidos los mecanismos de control de su recurso humano, ni se ha debatido su presupuesto, ni cuenta con un manual de procedimiento ni sitio oficial que cumpla con cuestiones de transparencia activa. Otra demostración más de que el oficialismo se rehúsa a debatir en serio los temas de mayor urgencia en la agenda de la ciudadanía.

Tenemos que trabajar juntos para que los 6.500 chicos y chicas de la Ciudad que perdieron contacto con sus maestros vuelvan a su encuentro, pero también, para que les suceda lo mismo al millón y medio de alumnos de todo el país que están en la misma situación y no corren la misma suerte de ser visibilizados en las discusiones políticas con tanta frecuencia y asiduidad.

Trabajar en serio por los derechos de las niñas, niños y adolescentes de nuestro país tiene que ver directamente con el modelo de país que queremos construir, haciendo frente a los problemas estructurales que desde hace más de 30 años nos paralizan y no nos dejan avanzar. Y la educación es sin dudas uno de esos temas sobre los que tenemos que trabajar sin demora, pero, sobre todo, sin sesgos políticos que nublen nuestras acciones.

*Columna de opinión publicada en Infobae el lunes 12 de octubre del 2020.

Categorías: OpiniónPrensa