Exministra de Desarrollo Social de CABA, ahora milita el aborto legal desde su banca de senadora porteña de Juntos por el Cambio.
¿Por qué apoya el aborto legal?
-Porque es una convicción mía desde siempre. Personalmente yo he manifestado que en mi realidad no interrumpiría un embarazo, pero siempre consideré que lo que puedo hacer con mi vida, con mis herramientas, con mi decisión, no puedo imponerlo al resto de las mujeres en la Argentina. Creo en las autonomías, en la libertad de todas las personas de poder elegir. Es real lo que sucede clandestinamente, sometiendo a las mujeres a esa realidad. Y esos abortos mal realizados, que sabemos que pueden ser de mucha angustia, igual caen en el sistema público de salud, y son más caros los costos que significan atender esos abortos clandestinos que terminan en un hospital público de toda la Argentina. La postura del aborto legal seguro y gratuito no invita a las mujeres a realizar un aborto sino que saca a las mujeres de la clandestinidad, a las que sí están en esa situación.
-Quienes se oponen aseguran que hay vida desde la concepción y no aceptan otro argumento.
-Yo no quiero imponer ni violentar la convicción de una persona que se manifiesta en contra de la interrupción voluntaria del embarazo, porque yo estoy luchando para que ni a mí ni a las mujeres nos impongan nada, ni nos quiten autonomía ni libertad en términos físicos, entonces yo respeto enormemente y de corazón que las personas piensen así, y no está en mi ánimo decirles que están equivocados ni que son unos ignorantes. Me parece que no es por ahí la conversación. Yo tengo una convicción y ojalá podamos asegurar esta posición, pero sin decirle al otro que es mala persona ni que está equivocado en lo que cree.
-¿Se deben separar las creencias de las políticas públicas? Argentina es un país laico.
Sí, estoy de acuerdo, pero no me interesa la postura de tener que ponerme a discutir con los que están en contra o que no quieren escuchar a las mujeres. Yo lucho por mi verdad, y respeto la verdad y las creencias de las personas. Obvio que el Estado es laico y obvio que estamos hablando de una cuestión de salud pública, y no es que los abortos no se realizan sino que se realizan en la clandestinidad y lamentablemente la gran mayoria de las que lo hacen en la clandestinidad son mujeres vulnerables y que terminan en el sistema público y muchas mueren. Estamos hablando de eso, de preservar a las mujeres en situación de vulnerabilidad y para que no lo hagan en la clandestinidad.
-¿Estás de acuerdo con que las mujeres puedan elegir?
-Siempre, tenerlo, y no tenerlo. Y si lo desean tener y están en una situación de precariedad que el Estado acompañe, en todas las provincias. Y previamente a eso, debe haber mucha más educación sexual en absolutamente todas las escuelas del país, muchos más anticonceptivos en forma gratuita y segura en cada pueblo de la Argentina para en última instancia tener que resolver mediante una interrupción un embarazo no intencional.
-Las cifras más altas de mortalidad materna, abusos, violencia, embarazos en la adolescencia, son en las provincias más religiosas y conservadoras, que algunas no adhirieron al protocolo de ILE y tienen senadores que se oponen al aborto legal.
-Argentina es un país federal que está compuesto por un montón de idiosincrasias distintas, y probablemente haya poblaciones y sociedades más conservadoras y no me corresponde a mí juzgarlas. Creo que sí hay que trabajar, y porque somos un Estado laico, en Educación Sexual Integral en todas las escuelas de todas las provincias, que haya anticonceptivos y por supuesto que haya abortos legales, seguros y gratuitos. Obviamente que hay algún tipo de vinculación, pero también es parte de la idiosincrasia de la Argentina.
-Hay países muy religiosos en el mundo y tienen aborto legal desde hace muchas décadas.
-Sí, y por eso será un enorme paso poder tener la interrupción voluntaria del embarazo. Además de la legal, permitida por el Código Penal. Esos países trabajan en la autonomía integral de las mujeres en todos sus planos. Autonomía económica, física, en la toma de decisiones. Creo que la mejor herramienta para revertir cualquier tipo de desigualdad, incluida la que significa bajar el embrazo no intencional y los abortos clandestinos, tiene que ver con que el Estado tenga políticas públicas para trabajar en las autonomías de las mujeres. Que tengan mejor acceso al trabajo, mejores posibilidades de decisión, de autonomía física, y que eso incluya la decisión sobre tu cuerpo. Hay que trabajar en el real empoderamiento, la libertad y la autonomía de las mujeres en todos los planos. La interrupción voluntaria del embarazo es uno de esos planos, trascendental por lo que significa, y porque en el camino mueren mujeres.
-Hay muchos legisladores que hablan de convicciones personales en relación a leyes que trata el Congreso.
Sí, Por eso decía que yo tengo una realidad y no por eso voy a imponerla. Además tengo libertad y autonomía física, económica y en la toma de decisiones. Claro que las políticas públicas tienen que estar más allá de las creencias personales, pero también entiendo que es parte de la idiosincrasia de la Argentina. El aborto atraviesa no sólo las creencias personales de cada legislador sino que muchas veces representa lo que son sus representados, por eso hay que ser muy cuidadosos en el debate y muy conscientes de que independientemente que yo creo que es una política pública, que es una cuestión de autonomía, que es un derecho que podemos elegir libremente, entender que hay otro que pueda pensar distinto, y yo no tengo por qué imponerme ni agredirlo sino respetar su opinión porque es parte de la democracia, más allá que yo milite e intente hasta último momento obtener la ley.
-El mundo desarrollado tiene aborto legal desde hace décadas.
-Ojalá podamos llegar antes de fin de año. También creo que es una construcción cultural que lleva años. La deconstrucción de los patrones culturales y todo lo que tiene que ver con el lugar de la mujer y la autonomía llevan años deconstruirlos. Son procesos de deconstrucción y de trabajo sostenido, que no empezaron con nosotras y seguramente lograr la igualdad de las mujeres en todos los ámbitos también nos va a trascender a nosotras.
-¿El escenario ahora es distinto al de 2018?
-Es un proceso. Haberlo debatido hace dos años, aún no habiendo salido, permitió un primer debate. Yo no sé si este fuera el primer debate si saldría. Ese primer debate permitió hablar de un tema del que no se hablaba ni en los medios, ni en las familias ni en las casas. Hace dos años empezó un debate que atravesó a toda la sociedad, que permitió a la marea verde y a los jóvenes expresarse, permitió discutirlo en las familias, permitió a los legisladores repensarse en sus creencias. Hoy estamos en una situación en la que el proyecto lo envía el Poder Ejecutivo. Pero no todos en el gobierno piensan igual y no todos en Juntos por el cambio piensan igual. La conversación en el Senado también es compleja. La situación no está definida. La vez pasada no hubo una conversación entre diputados y senadores y esta vez, producto del aprendizaje de hace dos años, llegó un proyecto de las verdes de diputados a las verdes del senado y hubo algunos pedidos para que en el dictamen ya tenga los cambios para que no vuelva de nuevo a diputados.
-En 2018 hubo mucha presión sobre los senadores.
Ahora también, y para los senadores es más difícil, porque llegan a sus casas y la presión a la distancia es mayor. Estamos mejor con los votos, y el Ejecutivo está involucrado, pero seguro todavía no hay nada. Estaremos ansiosas y expectantes hasta el 29.
*Entrevista publicada en el sitio web del Diario Clarín el sábado 12 de diciembre del 2020.